La campana de Huesca: 28

Capítulo XXVII 28 Pág. 28 de 35 La campana de Huesca Antonio Cánovas del Castillo Que Aznar Garcés, con ser tan rudo, sabía fundir campanas de muy gran sonido Despreciadores de la vida propia, y así señores despiadados de las ajenas... Complaciéndose en herir o matar. (Fragmentos de una historia de la infantería española, por El Solitario) -Aznar, Aznar, ¿eres tú? -preguntó Castana desde lo alto. -Yo soy, mi amor -le respondió este, poniéndose de un salto en la azotea con que remataba la torre. -Te esperaba con impaciencia. Cuánto has tardado. Pero ¡Dios mío! ¿Qué es eso, Aznar? ¿No vienes solo? -Escucha, Castana -dijo Aznar-. La salvación de la reina, y la tuya, y la mía propia, dependen de tu discreción en este trance. Son amigos nuestros; no temas nada. En esto, saltó uno, y luego otro, y otro de sus compañeros dentro de la azotea. -¿Qué piensas hacer? -repuso Castana temblando. -Castana, por mi amor que no temas, que...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información