La campana de Huesca: 13

Capítulo XII 13 Pág. 13 de 35 La campana de Huesca Antonio Cánovas del Castillo De cómo Aznar Garcés era hombre que solía hallar todas las puertas abiertas ¡Ay Dios, qué buen caballero el maestre de Calatrava! (Romance de viejo) La reina y Castana recorrieron diversas salas y aposentos, bajaron y subieron escaleras, cruzaron anchos corredores, sin sentir otro ruido que el que producían sus pisadas. -¡Mi hija, mi hija! -gritaba la reina de cuando en cuando, pero en vano. Y el caso era que no sabía si por mandado de su esposo se la habían quitado o no; si estaba o no segura de su vida misma. Al cabo de mucho andar y revolver llegaron a una puerta donde se hallaban de guardadores dos hombres de armas. La reina, sin verlos siquiera, se lanzó a la puerta; pero los hombres de armas cruzaron delante de ella los hierros de sus partesanas, y le impidieron que entrase. -¿Qué hacéis? -dijo doña Inés-, ¿sabéis que os oponéis al paso de la...

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