La campana de Huesca: 26

Capítulo XXV 26 Pág. 26 de 35 La campana de Huesca Antonio Cánovas del Castillo Cómo es verdad que Dios castiga sin palo ni piedra pruébase con el ejemplo del lego Gaufrido, que lo que recibió fue una puñada Hubo mientes como puños, hubo puños como mientes. (Quevedo) Aznar subió de un salto la angosta y revuelta escalera de la casa donde estaba aposentado, sita en la calle del Salvador, como en otro lugar queda dicho. -Pedro de Fivallé -dijo al llegar a lo alto-: ya está todo compuesto. Mañana entrarán los príncipes en Huesca sin resistencia alguna, y haremos sonar tal campana, que con sólo oírla esta vez desfallezcan todos los rebeldes del mundo, cuanto más los del reino. Fivallé le miró, como asombrado, sin hablar una palabra. -Traed el pergamino -continuó Aznar- donde se trata del perdón de los ricoshombres rebeldes. -Aquí lo tenéis: ¿mas vos sabéis leer, Aznar? -No entendí en mi vida de tales brujerías; que mi...

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