La campana de Huesca: 24
Capítulo XXIII 24
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La campana de Huesca
Antonio Cánovas del Castillo
Que los de la montaña y los de la ciudad seguían en sus trece; por donde se ve que ya debían de ser todos buenos aragoneses
Sonego las campanas é cridego le torrer.
«Baros, tots á las armas, quoy vos aura mester».
Lay sanego armar barós é cavaler...
(Guillelmus Anelier de Tolosa)
Aun cuando nada se hubiera sabido por Aznar, fácil habría sido entender que algo extraordinario y solemne sucedía en el alcázar de Huesca, al tiempo mismo que tenían lugar las largas pláticas y sucesos que contiene el capítulo antecedente.
En la propia estancia y lugar donde los ricoshombres dejaron preso a su señor y rey don Ramiro, se hallaban ahora recostados en los blandos cojines, o paseándose en bulliciosos grupos, catorce de ellos, que es decir todos menos uno, de cuantos tomaron parte en aquella determinación peligrosa. El que faltaba de ellos, bien claro se...
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