De la Divina Providencia - Capítulo V

Considera también que es para el bien común que los mejores hombres se hagan soldados, por decirlo así, y presten servicio. Es el propósito de Dios, y del hombre sabio también, demostrar que aquellas cosas que el hombre común desea y aquellas que teme, en realidad no son ni buenas ni malas. Podría parecer lo contrario, sin embargo, si las cosas buenas fuesen otorgadas sólo a los hombres buenos y las malas inflingidas sólo a los malos. La ceguera sería una maldición si nadie perdiese sus ojos, excepto el hombre que merece que se los arranquen; por consiguiente dejemos que Apio[1] y que Metello[2] sean privados de la luz. Las riquezas no son un bien; por lo tanto que las posea hasta el rufián de Elio a para que otros hombres, aun cuando veneran la riqueza en templos, la puedan ver también en un prostíbulo. No hay mejor forma en que Dios puede desacreditar lo que anhelamos que otorgándole esas cosas a los hombres más viles y negándolas a los...

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