De la Vida Feliz - Capítulo XXVII

Pero más importante aun es que apliques este principio a ti mismo para que, cuando el oráculo se manifieste, puedas escuchar con el oído atento y la boca cerrada. Cuando alguien, haciendo sonar su matraca, pretende hablar con autoridad; cuando alguien, hábil en castigar sus músculos con mano liviana, hace brotar la sangre de su espalda y de sus brazos; cuando una mujer aúlla mientras se arrastra por las calles sobre sus rodillas y un anciano, pobremente vestido y portando un ramo de laurel y una lámpara a plena luz del día, grita que alguno de los dioses está enojado; cuando algo de eso sucede, todos vosotros os amontonáis en una muchedumbre y escucháis, y fomentando el mutuo tonto asombro, afirmáis que ¡esa persona es divina! Pues mira: de aquella prisión que purificó entrando en ella haciéndola más honorable que cualquier Senado, Sócrates exclama: “¿Qué clase de locura es ésta, qué instinto es éste que está en guerra con los dioses y con los hombres, y que...

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