De la Vida Feliz - Capítulo XVII

«Hablas de un modo y vives de otro», me dices. El mismo reproche – ¡oh criaturas despreciables y hostiles a todos los mejores hombres! – le ha sido hecho a Platón[1], a Epicuro, a Zenón[2]; porque todos ellos describieron, no la forma en que ellos mismos vivían, sino la forma en que se debía vivir. Hablo de la virtud y no de mí mismo. Mi lucha es contra todos los vicios y más especialmente contra los míos propios. Cuando haya vencido, viviré como debo. Y tu hostilidad abundantemente impregnada de veneno no me apartará de lo que es mejor; ni tampoco el veneno con el que ensucias a otros y con el que os matáis a vosotros mismos impedirá que continúe apreciando la vida, no la que llevo sino la que sé que debe ser llevada. No impedirás que siga venerando a la virtud y continúe siguiéndola, aunque sea desde considerable distancia y a un paso muy lento. ¿Realmente debo esperar que la malevolencia respetará algo cuando ni Rutilio[3] ni...

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