De la Vida Feliz - Capítulo XVIII

Dicen que Diodoro[1], el filósofo epicúreo quien en sus últimos días puso fin a su vida por mano propia, no estaba siguiendo las enseñanzas de Epicuro cuando se cortó la garganta. Algunos considerarían su suicidio como un acto de locura; otros como imprudencia. Pero él, por su parte, feliz y pleno de una buena conciencia brindó su testimonio mientras se despedía de la vida; alabó la tranquilidad de los años que había pasado a salvo, anclado en un puerto seguro, y pronunció palabras que nunca te ha gustado escuchar, como si tuvieras que hacer lo mismo: «He vivido; ahora recorro la ruta que me ha sido destinada» Discutes acerca de la vida de uno y sobre la muerte del otro, y cuando oyes el nombre de hombres que se han hecho grandes por algún mérito distinguido, ladras exactamente como lo hacen los pequeños perros cuando se encuentran con un extraño; porque tienes interés en que ningún hombre parezca bueno, como si la virtud de los otros fuese un...

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