De la Vida Feliz - Capítulo XV

Dejemos que el supremo bien se ubique en un lugar al cual sólo la virtud pueda acceder; un lugar del que no pueda ser derribado por fuerza alguna; al cual no tengan acceso ni el dolor, ni la incertidumbre, ni los vendavales, ni cualquier otra cosa que pueda disminuir su autoridad. Debemos seguir sus pasos para hallar fácil el ascenso. Firmemente estará plantado y soportará cualquier cosa que suceda, no sólo en forma paciente sino con buena disposición. Sabrá que cualquier dificultad traída por el tiempo obedece a una ley natural. Como un buen soldado, soportará sus heridas, contará sus cicatrices, y atravesada por las flechas, amará a aquél por cuya causa muere. Recordará siempre aquél antiguo mandato: «¡Sigue a Dios! » – quien es su Comandante. Todo aquél que se queja, y llora, y gime, está forzosamente obligado a obedecer a otros y aun en contra de su voluntad estará compelido a ejecutar las tareas que se le exigen. ¡Qué locura es preferir el ser...

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