Dos mujeres: 28

Capítulo XXVII 28 Pág. 28 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda La vida de Luisa era bien amarga: no salía casi nunca, ni hallaba en la soledad ningún género de consuelo. En uno de sus más tristes días fue Elvira a visitarla y quedó asombrada de la alteración que había sufrido su hermosura. Quiso ser discreta y no darse por entendida de los sufrimientos que revelaba el abatido semblante de la joven esposa, pero eran tan claras las muestras de dolor que en la conversación daba a Luisa, sin advertirlo, que Elvira se sintió enternecida. La pobre niña no podía sostener la más insignificante conversación: hacía preguntas extravagantes sin escuchar la respuesta, y contestaba a las de Elvira con tal desconcierto que ésta no podía comprenderla. A veces deteníase en mitad de una frase y sin acertar a concluirla principiaba otra que dejaba tan truncada como la primera. Elvira la miraba con sorpresa y lástima. Preguntola por Carlos y a éste...

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