Dos mujeres: 17

Capítulo XVI 17 Pág. 17 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda La diligencia entraba ya en Ocaña y los dos viajeros de la berlina, que se devoraban con los ojos, aún no habían acertado a explicarse mutuamente por qué casualidad se encontraban juntos. Las primeras palabras que se dirigieron uno a otro nada decían, nada aclaraban. -¿Ud. aquí, Catalina? -Carlos, ¿es Ud.?, ¿es Ud. realmente al que veo, o mi imaginación me engaña? -¡Oh, Catalina! ¡Conque aún nos vemos, conque aún nos hablamos! Y uno y otro callaron apretándose las manos con efusión. Hay sensaciones en la vida que ningún hombre puede comprender ni explicar en el momento en que las experimenta. Se gozan en silencio, se gozan sin examen: no se busca su origen, no se prevén sus consecuencias. Parece que al menor esfuerzo, al más leve contacto, por decirlo así, podemos destruir su encanto, y nos abandonamos a ellas sin intentar explicárnosla. La condesa y Carlos no se...

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