Dos mujeres: 34

Capítulo XXXIII 34 Pág. 34 de 34 Dos mujeres Gertrudis Gómez de Avellaneda Pronto circuló por Madrid la noticia de haber muerto la condesa de S.*** Pocos sospecharon que su asfixia había sido voluntaria. Generalmente se le creyó fatal descuido, y se supuso la partida de Carlos de Silva efecto del dolor natural a la partida de su querida. Nada desarma al odio como la muerte. El día en que no podemos agradecerlas, es el día de las simpatías. La muerte súbita de Catalina la reconquistó todo su perdido prestigio. Se olvidaron sus buenas prendas. Hasta sus mismas flaquezas fueron poetizadas y prestaron más vivo interés a la compasión. Había cesado de ser bella, ilustre, celebrada. Había cesado de ser todo, y siempre se concede al mérito que existe. Los hombres tenemos esta ventaja sobre las otras fieras. Jamás nos cebamos en los cuerpos muertos, necesitamos víctimas palpitantes que sangren entre nuestras uñas, que giman entre nuestros dientes. El...

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