La madre Naturaleza: 34

none 34 Pág. 34 de 36 La madre Naturaleza Emilia Pardo Bazán Capítulo XXXIV A tiempo que el párroco de Ulloa cruzaba, sereno en apariencia, aquellos salones tan poblados para él de memorias y de diabólicas insidias y asechanzas contra su reposo, Juncal salía del cuarto de la enferma. A la pregunta ansiosa de Gabriel, el médico dio respuesta sumamente satisfactoria: -Mejor, mucho mejor... Se ha comido la patita de la gallina, toda entera... Se bebió un vaso de tostado... -¿Por su voluntad? -No; tuve que rogarle mucho, pero después se veía que lo despachaba sin repugnancia. A esa edad, la naturaleza ayuda... Señor abad; ¡felices! -Igualmente, don Máximo... ¿De manera que no hay inconveniente en entrar junto a ella? -Al contrario... tiene afán por verle a usted. -Pues señores... hasta luego. Así que el cura desapareció tras la puerta del cuarto, Juncal enganchó el brazo derecho en el del comandante, y le llevó hacia el claustro,...

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