La madre Naturaleza: 31

none 31 Pág. 31 de 36 La madre Naturaleza Emilia Pardo Bazán Capítulo XXXI El sol había salido, y también el cura de Ulloa a celebrar el santo sacrificio de la misa. Goros, medio en cuclillas ante la piedra del hogar, con las manos fuertemente hincadas en las caderas, el cuerpo inclinado hacia delante, los carrillos inflados y la boca haciendo embudo, soplaba el fuego, al cual tenía aplicado un fósforo. Y a decir verdad, no se necesitaba tanto aparato para que ardiesen cuatro ramas bien secas. Ladró el mastín en el patio, pero con ese tono falsamente irritado que indica que el vigilante conoce muy bien a la persona que llega, y ladra por llenar una fórmula. En efecto, cansado estaba el Fiel de contar en el número de sus conocidos al madrugador visitante. Como que, siendo aquel todavía cachorro, este se había encargado de la cruenta operación de cercenarle la punta del rabo y la extremidad de las orejas. Venía el atador de Boán con el...

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