El tesoro de Gastón: 08

Capítulo VIII 08 Pág. 08 de 15 El tesoro de Gastón Emilia Pardo Bazán Lourido La aventura preocupó a Gastón, que se entregó a mil conjeturas impertinentes acerca de la desconocida excursionista. La curiosidad le inducía a dirigirse aquella misma tarde a la quinta para «presentar sus respetos» -como se dice en la hipócrita jerga del mundo- a la que había visto en la torre. No se atrevió, sin embargo, porque si la mamá de Miguelito era una señora cabal, de hecho tomaría por donde quemase tan inconveniente apresuramiento, y la acogida sería correspondiente a él. Resolvió, pues, no bajar a la quinta de Antonia Rojas hasta haberse enterado minuciosamente de la fama, hechos y calidad de aquella mujer, único medio que ha encontrado la sociedad para prevenir errores e inconveniencias. Por este sentir mundano de Gastón, comprenderá el lector que ya se había aquietado el bullir de aquel gusanillo que empezó a roerle el espíritu en los funerales de la...

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