El tesoro de Gastón: 15

Capítulo XV 15 Pág. 15 de 15 El tesoro de Gastón Emilia Pardo Bazán El tesoro Antes de atacar con la piqueta la hornacina, Gastón echó mano al frasco y volvió a beber un trago copioso. Creía tener brasas en la garganta y en el pecho, y se sentía desfallecer. La embriaguez del triunfo presentido le abrumaba; no era la codicia, no era la sed de riquezas lo que le causaba tal vértigo; era el misterio romancesco y la dramática historia del tesoro, cuyo valor acaso no equivaldría a lo que la imaginación fantaseaba. La piqueta retumbó al fin embistiendo contra la pared. Sus sordos golpes fueron arrancando el yeso ennegrecido, la dura mezcla que trababa los pedruscos de la mampostería. A cada fragmento que se derrumbaba, crecía el anhelo de Gastón. Abierto un boquete, apareció un hueco, y en él algo confuso... bultos informes; la luz, introducida, descubrió que eran, no cofrecillos de sándalo con herrajes de pulido acero, ni arquillas de cedro...

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