El tesoro de Gastón: 10
Capítulo X 10
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El tesoro de Gastón
Emilia Pardo Bazán
La consejera
Aunque la discreción ponga coto a ciertos impulsos, extraño sería que no triunfasen de ella en un mozo como Gastón, poco acostumbrado a la disciplina moral -que muchas veces consiste en vivir a contrapelo del gusto-. Cautivado por Antonia Rojas, Gastón deseaba verla a cada instante, y la misma levadura de respeto y de admiración involuntaria que se mezclaba a otros sentimientos menos ordenados y pacíficos, le inducía a creer que no era peligrosa la frecuencia del trato con la viuda, ni las reiteradas visitas a Sadorio. Fue primero cada tres días, después, cada dos, por último, diariamente. Antonia no le esperaba: jamás la encontró ni vagando por el jardín, ni tocando el piano, ni sentada lánguidamente en un cenador, ni cortando flores con la larga tijera que para este oficio llevaba pendiente de la cintura. Siempre la sorprendió o dirigiendo la preparación de unos...
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