El tesoro de Gastón: 11

Capítulo XI 11 Pág. 11 de 15 El tesoro de Gastón Emilia Pardo Bazán El consejo Profundamente impresionado salió de Sadorio aquella tarde Gastón; y con ser pocas las horas que faltaban para volver a ver Antonia, parecieron muchas a su impaciencia. Antes de lo que creía, sin embargo, logró la vista de su amiga. Era domingo, y como Gastón bajase a la Puebla a misa mayor, allí estaba arrodillada la viuda, pero ni volvió la cabeza; asistía al santo sacrificio con una compostura no afectada, y a su lado, Miguel -¡extraña novedad!- también permanecía quieto y atento, hecho un santito -aunque con un azogue tal en las piernas, que al acabarse la misa y salir al atrio, pegó más de una docena de saltos: parecía haberse vuelto loco. Florita, que había avizorado a Gastón en la iglesia, enganchole a la salida, y mientras coqueteaba con el a su estilo lugareño, desaparecieron Antonia y Miguel. Despepitábanse la esposa y la hija del alcalde:«¿Por qué no se...

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