Estado civil - Tercera parte. Capítulo IV

UN UNIVERSO Mil líneas trazan su figura. Las curvas negras se enmarañan sobre el papel blanco. Los colores apenas se distinguen unos de otros y, cuando me aparto, se desvanecen. Inmerso más que a medias en el sueño, trazo los signos de mis ensoñación, de mi acción troceada como un inagotable puñado de venablos cada uno de los cuales se quiebra al primer golpe. Universo severo, mudo. El silencio dominaba plácidamente mi vida: yo no sabía que aquello era el silencio. Ha hecho falta que los hombres, mis semejantes, me hablen, me comuniquen la idea del sonido; ha hecho falta que, permaneciendo entre mis dos orejas tapadas, viera en el concierto que los hombres se confiaban a transportes misteriosos para finalmente desarraigarme de aquellos limbos. Entonces percibí una conmoción. Hasta entonces mi única música era la vehemencia de mi sangre y el júbilo de mi pensamiento. Un soplo corría sobre las ondas sordas. Contrariado, herido, al fin resoné. ¿Qué me llega de los...

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