En la carrera: 12

Capítulo III 12 Pág. 12 de 21 En la carrera- Segunda parte Felipe Trigo Esteban acordábase de haber visto por el cielo alguna vez, en sus excursiones campestres, grandes bandadas de aves que eran blancas; pero de pronto se volvían, les daría de otro modo el sol, y ya eran negras. Sólo a esto podía comparar el repentino y uniforme cambio de las ilusiones de su vida por la carta inconcebible. Le llegó a las diez de la mañana y hasta las doce estuvo releyéndola, aturdido. Luego escribió otra breve carta pidiendo explicaciones; y la criada se la trajo sin abrir: «No la quiso recibir la señorita.» -¿La señorita? ¿Tú la hablaste? -Yo, no; se la entregaron y me la devolvieron. -¡Oh, Antonia! Por la tarde trató de verla. No lo consiguió. Las ventanas permanecían cerradas. Se fue al campo, y a fuerza de meditar se empezó a explicar lo inexplicable. El había sido un bárbaro. Lo de Renata, reflexionado durante la noche por Antonia, debió de...

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