En la carrera: 13

Capítulo IV 13 Pág. 13 de 21 En la carrera- Segunda parte Felipe Trigo La butaca debió de haber sido granate, y ahora era, a vetas, salmón, y estaba rota. Dejó de mirarla y se miró la mano, que le pareció primero pequeñita, y luego colosal... A lo largo, así tendida, diríase que había hasta la punta de sus pies dos leguas. ¿Por qué? ¿Qué tenía ella en los ojos? «Piiiiiiii... iiiii... ií...» ¡Ah, cómo resulta igual un rugido de león a tres kilómetros que un mosquito a una cuarta! Habría volado al techo, desde el testero. Recordó, por el florón del techo, que cuando más chica creía que un millón fuese una moneda de oro del vuelo de una rueda de carreta. Quien tuviese seis millones, los tendría en una habitación; y si se quedaba sin dinero suelto alguna vez..., ¡cualquiera le cambiaba uno! «Piiiii... ií.» ¡Zas! Un manotazo. Se fue el mosquito. Desde el respaldo se le había aposado en un pecho. La mano había temblado en la carne dura,...

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