XXX. La última singladura

DON Ramón llega a Santiago con la primavera recién estrenada e ingresa en la clínica que dirige el doctor Villar Iglesias. Valle Inclán en Madrid pintado por Zuloaga en 1931. (Colección Zuloaga, Zumaya). Días de reclusión, de tratamiento, y una ligera mejoría que si a algunos hace abrigar imposibles esperanzas, el escritor la interpreta como un preludio de la muerte. Muy abrigado, torpe en el andar, don Ramón se da a frecuentes paseos, que le traen nostalgias de su juventud universitaria. Baja por el Franco hacia la Catedral y se para, a cada paso, para dar descanso a su respiración y para admirar, al tiempo, esa Torre del Reloj que tantos recuerdos trae a su memoria. Baja hasta la Rúa Nueva, para plantarse ante la casa de las pomas, ese edificio coronado de gárgolas que atrajo siempre al Valle-Inclán estudiante, y que ahora, al término de su vida, gusta de admirar todas las mañanas que puede. Entra en el Derby a beberse sus cafés de bohemio empedernido y también a...

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