XX. Entre el dolor y la guerra

EN la playa del Pombal juegan un día los pequeños hijos del escritor. Corre un viento marero que trae premoniciones invernales y aire frío. La niñera se abriga tras una cabina del arenal, llevando de la mano a Joaquín, el segundo hijo de Valle-Inclán. En el momento fatal alguien abre la puerta de la cabina e, inadvertidamente, golpea con ella la cabeza del niño. Al día siguiente sobreviene la gravedad. Y antes de cuarenta y ocho horas el pequeño Joaquín yace apresado por la muerte. Valle-Inclán, únicamente entonces, echa de menos su brazo izquierdo, al no poder abrazar, con todas sus fuerzas, el cadáver del hijo muerto. Transido de dolor se arrodillará, a los pocos días ante el sepulcro del Apóstol Santiago para orar por el perdón de sus pecados, causantes, según él, de la reciente desgracia. El ambiente se hace denso e irrespirable para Valle-Inclán, y sobre todo para Josefina, absorta en la desgracia. La Puebla se les viene encima. Cambados les trae próximos...

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