XV. La esperanza tiene un nombre: vacuna-inmunización

03/02/2011 3.485 Palabras

Gérmenes, bisturíes y cirujanos A esta altura de la vida de Pasteur la medicina es «antes o después de él». «Su vida y sus investigaciones marcan un hito en el desarrollo de la ciencia», afirma Bernal. No puede ya ignorarse el papel patógeno de los microbios. Empero, algunos científicos, como Pidoux, pretenden seguir afirmando que la enfermedad «es en nosotros y para nosotros». Piorry, a su vez, asegura: «La causa principal de los accidentes de septicemia consecutivos a las operaciones quirúrgicas es la falta de renovación de aire de las salas». Los industriales cerveceros parecen entender mejor los avances de la ciencia que los consagrados académicos. Incluso se animan a criticar públicamente a Piorry cuando agrega: «Basta que no se perciban los olores pútridos para que disminuya la mortandad.» Pasteur discrepa categóricamente de esa posición. Y con su acostumbrada combatividad, va a los hospitales. Ahí ve heridas, supuraciones, amputaciones, gangrenas. Comprueba cómo la misma esponja utilizada para limpiar una herida es usada, sin limpiar, en otros pacientes. Lo mismo sucede con bisturíes y tijeras. Ni hablar de las manos de los cirujanos. Incluso verifica cómo se pierden numerosas vidas por la ignorancia de los «administradores de la ciencia»: éstos siguen creyendo en la espontaneidad de las enfermedades transmisibles. Ese es el eje del problema. Por eso recurre a la Academia de Medicina. Y logra sensibilizarla con un discurso que se convierte en programa y desafío: «La teoría de los gérmenes —empieza— tiene derecho a las constantes preocupaciones del médico y del cirujano. Yo probaré que un pequeño ser microscópico, hasta hoy no señalado, introducido en el organismo vivo, provoca la formación abundante de pus; que no es el único que tiene esta propiedad; que el agua común contiene los gérmenes de estos organismos y otros más peligrosos; que el simple lavado de una llaga con una esponja mojada puede presentar inconvenientes muy graves que jamás han llamado la atención del cirujano.»

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