Cuando las tropas de Napoleón iniciaron su avanzada se encontraron con que las fuerzas rusas, bajo el mando del ministro de la Guerra, Barclay, no ofrecían combate y se replegaban hacia el interior de su país, incendiando los almacenes y todo lo que abandonaban en su retirada. Asimismo, los campesinos rusos huían de sus moradas después de prender fuego a sus graneros, impidiendo que las tropas francesas se apoderasen de sus cosechas.
Como no era posible el enfrentamiento directo, Napoleón se vio obligado a seguir avanzando hacia el este, en dirección a Moscú.
Reunido con sus generales afirmó:
«Todavía no se ha derramado sangre y Rusia es demasiado grande para ceder sin combatir. Alejandro no puede entrar en negociaciones sino después de una gran batalla. Si es preciso iré a buscar esa batalla hasta la misma ciudad santa, y la ganaré.»
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