XV. Hastío de penurias

LOS días de Larra son rigurosamente actuales en el tiempo. Escribir, en España, es llorar. Triste vocación irredenta que hace derramar sangre invisible por los cangilones del alma. La penuria, en estos años, es la constante del escritor. No hay lectores. Las tiradas son ridículas, grotescas. Los libros, encima, o no se venden o se venden mal. El hambre es como una sombra indefectible. Las penurias de todo tipo engendran malos talantes, odios y rencores. Valle-Inclán se encuentra atosigado por la falta de pecunia y alicortado por la realidad de un porvenir sin horizontes. ¿Qué hacer por mejorar? Mientras lo piensa, el escritor se da a decir pestes de toda la vida literaria española, de todos sus cultivadores, de todos sus figurones y figurantes, de todo lo que con ella tenga algo que ver. —Los escritores son una partida de borregos sin sangre y sin lanas… —… —Los editores son unos vampiros que chupan la tinta fresca y difícil… —… —Los lectores no existen,...

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