XIV. La causa está en los microbios

La Comuna de París

Si bien Francia está derrotada y la monarquía cae para siempre, el pueblo de París —dos millones de personas— toma por asalto el mismo cielo. Constituye la Comuna, cercada por los prusianos y odiada por el gobierno de Thiers instalado en Versalles. Desconoce todos los decretos de Thiers, y cuando éste intenta recuperar la artillería del ejército francés que ha caído en manos de los comuneros, el pueblo parisino hace fusilar a dos generales sobrevivientes del Segundo Imperio. Una asamblea popular controla París y la Comuna gobierna haciendo profundas reformas sociales. Puede decirse que inaugura un nuevo estilo de gobierno popular en la Europa moderna. Carlos Marx escribirá un libro dedicado a la Comuna, a la que considera «el primer ensayo de gobierno socialista».

El final podía preverse. Los comuneros no logran el apoyo de la población de otras ciudades ni de los campesinos franceses. Se envían y se distribuyen manifiestos mediante globos. No hay respuesta. París queda aislada. Por otro lado, a los prusianos no les interesa la existencia de un gobierno con estas características; prefieren a la recién derrotada burguesía francesa: con ella pueden llegar a un acuerdo. Además, la Comuna constituye un ejemplo inquietante para los gobiernos de Europa.

Así es como, luego de una resistencia que no reconoce treguas, las tropas enviadas por Thiers entran en la ciudad y desatan represalias masivas: miles de hombres, mujeres y niños serán fusilados. Otros, deportados, ya sea a la Guayana o a Nueva Caledonia. Dos tribunales marciales, uno en el Luxemburgo y otro en el Chatêlet, comienzan a dictar sentencias de muerte. Y muchos de los comuneros son fusilados sin más trámite.

Pasteur no sólo sufre intensamente la presencia prusiana en su patria, sino que se siente en la obligación de devolver a la universidad de Bonn el diploma de profesor honorario que le habían otorgado. La artillería de los Krupp ha bombardeado el Louvre y el Jardín Botánico de París. Su sensibilidad artística y científica «no puede tolerar esa barbarie». Y años después, cuando se le propone para la orden prusiana del Mérito, decide no aceptarla.

Pasados el doloroso conflicto, la invasión extranjera y la masacre de París, realizada por el ejército francés,Pasteur regresa a la capital. El laboratorio ha sido afectado por los bombardeos y no pocos de sus colaboradores y amigos han desaparecido. Su propio hijo casi pierde la vida en el frente. Pasteur reflexiona una vez más: «Si la ciencia no tiene patria, el sabio sí la tiene». Este científico rechaza las torres de marfil. Su trabajo y su participación en la vida pública están sólidamente entrelazados con los intereses y las aspiraciones de la sociedad a la cual pertenece. Su ciencia no se orienta a la especulación filosófica. No intenta descubrir grandes verdades abstractas. Por eso, Bréhier puede escribir: «Pasteur es un científico positivo fundamentalmente, preocupado por lo cotidiano y lo concreto».


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