TRAS la conquista de Granada, Isabel se muestra satisfecha y se concede un poco de reposo. Se viste con bellos trajes y abandona para siempre la gastada camisa con que cubría su real persona durante el sitio. Fernando se ve premiado por la bella apariencia de Isabel y por su agradecimiento, manifestado éste mediante afectuosas palabras y breves abandonos destinados a ilusionarle, haciéndole creer que podrá prevalecer sobre la austeridad y la actitud dominante de aquella reina que está a su lado. Espera ganarla para sus propias empresas, ahora que los sueños de Isabel se han cumplido felizmente.
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