XIII. Novecientos y dandysmo

ESTAMOS en ese instante culminante del modernismo. Los que pretenden agarrarse con desesperación a lo que va a desaparecer son demasiado viejos, les falta esa savia vivificadora que todo lo puede. En cambio, Rubén Darío, el glorioso indio Rubén, trae ímpetus de juventud y madureces de escritor en sazón. Su entusiasta admirador, Ramón del Valle-Inclán, empieza a tener prestigio entre los jóvenes; en ímpetus de juventud iguala a Rubén; las madureces llegarán por sus propios pasos. El grupo modernista, ya logrado, va lográndose. Aquel incesante ir y venir cafeteril ya lo cultivan multitud de jóvenes que marchan tras los también jóvenes maestros. Rubén y Valle-Inclán encuentran el perfecto lugarteniente en el recién llegado Juan Ramón. En el de aquí, en el de allá, en el otro, en cualquier café de los de la vida literaria madrileña, suenan altisonantes voces que recitan a los padres del modernismo. Las gentes, sin entregarse todavía, empiezan a contagiarse....

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