XIII. La Sucesión en el Imperio

Introducción

Medalla de plata con el busto de Carlos I, del ao 1541

EN el otoño de 1547, casi todos los personajes principales que habían contribuido junto con Carlos V a conformar este período histórico, con sus peculiares características, habían pasado a mejor vida. El primero en desaparecer de la escena fue Lutero, que murió el 18 de febrero de 1546. Le siguió, el 28 de febrero de 1547, Enrique VIII de Inglaterra, que dejaba a su país envuelto en graves problemas sucesorios que, durante el reinado de Eduardo VI, se verían agravados por la lucha entablada entre los nobles para controlar al monarca. Por cierto, que el Papa Paulo III concibió la descabellada idea de atacar a Inglaterra para restaurar la religión tradicional; pidió ayuda a Francisco I, y tuvo la desfachatez de solicitar su apoyo al Emperador. Pero las relaciones entre Paulo III y Carlos V eran muy tirantes desde el trslado del Concilio a Bolonia. El 4 de julio de 1547 se encontraron en Bamberg el Emperador y el nuncio Sfondrato, que, tras la entrevista, acabó apoyando las tesis imperiales, al igual que Francia y la mayoría de los cardenales. El Papa, sin embargo, se mantenía irreductible, y aún el 15 de septiembre convocó una sesión del Concilio en Bolonia, lo que impulsó a Carlos a considerar la posibilidad de convocar un nuevo Concilio. El apoyo imperial a los planes de Paulo III era, pues, impensable. Y la muerte de Francisco I en Francia acabó de echar por tierra los delirios del Pontífice.

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información