XI. Penitencia del Almirante-Virrey de las Indias

Introducción

A primeros de octubre de 1500, a los ocho años de haber presenciado el alba del Nuevo Mundo en la isla de Guanahaní, el prepotente Cristóbal Colón y sus hermanos partían de Santo Domingo cargados de cadenas con rumbo a España. El almirante había llegado tan alto y estaba tan orgulloso de sí mismo que la caída debió ser brutal. Las palabras que escribió mientras navegaba hacia España son lapidarias: «Si yo robara las Indias... y las diera a los moros, no pudieran en España mostrarme mayor enemiga.» Su custodio era Alfonso de Vallejo, pariente del obispo Fonseca, lo cual hace pensar a Las Casas que el obispo que hacía oficio de vizcaíno no era ajeno a la caída del almirante y a las trapisondas de Bobadilla. Sin embargo, parece que tanto Vallejo como el maestre de la carabela, Andrés Martín, se portaron con él caballerosamente y le quisieron quitar los grillos, pero Colón se negó diciendo que si eran los reyes los que se los habían puesto, a ellos les correspondía quitárselos.

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