VIII. Un pensador solitario

Diderot en prisión

En estas circunstancias se produjo la detención de Diderot. La publicación de su Carta sobre los ciegos no resultó del agrado de las autoridades, y fue encerrado en el Torreón de Vincennes. Rousseau experimentó una tremenda angustia al conocer la noticia. Apresuradamente escribió a madame de Pompadour para solicitar la libertad del amigo o ser encerrado con él. Por supuesto, jamás recibió respuesta alguna. Deprimido por la situación, aceptó la invitación del barón de Thun, gobernador del joven príncipe heredero de Sajonia-Gotha, para pasar unos días en Fontenoy-sous-Bois. En esta ocasión fue cuando trabó amistad con el divertido ministro capellán Klupffel y con Grimm. Al regresar a París se encontró con la buena noticia de que Diderot había abandonado el Torreón y se le había dado por prisión el castillo y los jardines de Vincennes, donde se le permitía recibir a sus amigos. Corrió a verle y, al encontrarse, lo abrazó fuertemente sin poder hablar más que entre llantos y sollozos. Diderot estaba en compañía de D'Alambert y del tesorero de la Saint-Chapelle. Cuando pudo desprenderse de las efusividades de Jean-Jacques, dirigiéndose al eclesiástico, le dijo: «Vea, señor, cómo me quieren mis amigos».

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