HACIA octubre de ese año, un inventor ilamado Maxim Iluminó un salón de lectura en el sótano de un gran edificio de Nueva York con 13 brillantes lámparas. Edison protestó y afirmó que tales lámparas eran «un robo» de sus proyectos. Pero el tema de las lámparas no era ya el objeto principal de los esfuerzos de Edison. Lo fundamental para el inventor era establecer luces eléctricas sobre una base comercial, poder medir la corriente y reducir el costo para hacer frente a la competencia del gas.
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