Algo mayor que Vincent, Kee era una mujer dulce, de mirada profunda. La muerte de su marido la había derrumbado. La tristeza parecía rodearla: tenía el aura de la tristeza. Vincent se sintió profundamente atraído por ella. A los pocos días estaba enamorado. Sin embargo, no se atrevió a decir nada. Exteriormente nada cambió en él, pero se sintió internamente feliz, nuevo. Casi cada tarde podía salir a pasear con Kee y con el pequeño. Todos los días podía hablar con ella. Andando, descubrió que ella vivía en el pasado, en un mundo de recuerdos velados por la tristeza. La impresión tremenda de la muerte de su marido apenas se había atenuado. Trató de animarla. Haciéndolo, estaba amándola y estaba también siguiendo el impulso de una de sus más constantes e irremediables pasiones espirituales. Van Gogh tenía la pasión de ayudar. La compasión y la entrega formaban parte de sus sentimientos amorosos.
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