Viaje al fin de la noche. Parte IV

Como es lógico, todo eso nos condujo a hablar un poco del deceso del Sr. Henrouille, pero sin insistir, y la conversación cobró un cariz más agradable al tratar del futuro de Robinson y, después, de esa propia ciudad de Toulouse, que yo no conocía y de la que Grappa me ha­bía hablado en tiempos, y luego del comercio que hacían allí, la vieja y él, y, por último, de la muchacha que se iba a casar con Robinson. Un poco sobre todos los temas, en una palabra, y a propósito de todo, charlamos... ¡Mil qui­nientos francos! Eso me volvía indulgente y, por así de­cir, optimista. Todos los proyectos de Robinson que me comunicó me parecieron de lo más prudentes, sensatos y juiciosos y muy adaptados a las circunstancias... La cosa se iba a arreglar. Al menos, yo lo creía. Y después nos pu­simos a discurrir sobre la cuestión de las edades, el cura y yo. Habíamos superado, los dos, los treinta años hacía ya bastante. Se alejaban en el pasado, nuestros treinta años, en...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información