Viaje al fin de la noche. Parte III

Habían decidido desde siempre negarse a cualquier préstamo... Por los principios, para guardarle un peculio, una herencia y una casa, a su hijo, el Patrimonio. Así ra­zonaban. Hijo serio, desde luego, el suyo, pero en los ne­gocios puedes verte arrastrado... A todas las preguntas respondía yo igual que ellos. Mi madre, también, se dedicaba al comercio; nunca nos había aportado otra cosa que miserias, su comercio, un poco de pan y muchos quebraderos de cabeza. Con­que a mí no me gustaban tampoco, los negocios. El ries­go de ese hijo, el peligro de esa idea de préstamo, que ha­bría podido, en último caso, acariciar, en caso de dificultades con un vencimiento, lo comprendía a la pri­mera. No hacía falta explicarme. Él, Henrouille padre, había sido pasante de un notario en el Boulevard Sebas­topol durante cincuenta años. Conque, ¡menudo si conocía historias de dilapidación de fortunas! Incluso me con­tó algunas tremendas. La de su propio padre, en primer lugar;...

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