Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 32

Viaje al centro de la Tierra Capítulo 32 de Julio Verne El 13 de agosto nos levantamos muy de mañana. Tratábamos de inaugurar un nuevo género de locomoción rápida y poco fatigosa. Un mástil hecho con dos palos jimelgados, una verga formada por una tercera percha y una vela improvisada con nuestras mantas, componían el aparejo de nuestra balsa. Las cuerdas no escaseaban, y el conjunto ofrecía bastante solidez. A las seis, dio el profesor la señal de embarcar. Los víveres, los equipajes, los instrumentos, las arenas y una gran cantidad de agua dulce habían sido de antemano acomodados encima de la balsa. Largué la amarra que nos sujetaba a la orilla, orientamos la vela y nos alejamos con rapidez. En el momento de salir del pequeño puerto, mi tío, que asignaba una gran importancia a la nomenclatura geográfica, quiso darle mi nombre. -A fe mía -dije yo-, que tengo otro mejor que proponer a usted. -¿Cuál? -El nombre de Graüben: Puerto-Graüben; creo que es bastante...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información