Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 29

Viaje al centro de la Tierra Capítulo 29 de Julio Verne Cuando volví en mí, me encontré en una semioscuridad, tendido sobre unas mantas. Mi tío velaba, espiando sobre mi rostro un resto de existencia. A mi primer suspiro, estrechó mi mano: a mi primera mirada, lanzó un grito de júbilo. -¡Vive! ¡Vive! -exclamó. -Sí -respondí con voz débil. -¡Hijo mío! -dijo abrazándome-, ¡te has salvado! Me conmovió vivamente el acento con que pronunció estas palabras, y aun me impresionaron más los asiduos cuidados que hubo de prodigarme. Era preciso llegar a tales trances para provocar en el profesor semejantes expansiones de afecto. En aquel momento llegó Hans: y, al ver mi mano entre las de mi tío, me atreveré a afirmar que sus ojos delataron una viva satisfacción interior. -God dag -dijo. -Buenos días, Haus, buenos días -murmuré-. Y ahora, tío, dígame usted dónde nos encontramos en este momento. -Mañana, Axel, mañana. Hoy estás demasiado débil aún; te he...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información