VI. «Totaliter aliter»… Completamente diferente

EL 6 de diciembre de 1273, fiesta de San Nicolás, se produce uno de los fenómenos más extraños en la vida de Tomás. Como de costumbre, a primera hora de la mañana celebra la Eucaristía. Lo hace en medio de un éxtasis prolongado y derramando muchas lágrimas. Es un mar de sollozos. Cuando a la hora convenida llegan los amanuenses a su celda, Fray Tomás les agradece sus servicios, pero de momento no les puede dictar nada. A media mañana aparece Fray Reginaldo, su secretario. Su sorpresa es grande al ver la mesa de trabajo limpia: sin códices, ni papel, ni plumas, ni tintero. El maestro Tomás lo ha archivado todo en un armario y se encuentra de rodillas sobre la mesa. Las lágrimas le inundan. —«¿Qué le pasa?» «¿Es que no quiere que sigamos trabajando en la Summa?» —«Hijo, no puedo» —le contesta Fray Tomás. Y esta sería la respuesta durante los ocho días siguientes—. «Reginaldo, no puedo escribir.» Ni el descanso tomado en el castillo de San Severino...

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