Vergara : 35

Vergara Capítulo XXXV de Benito Pérez Galdós Hasta el día siguiente muy temprano no pudo ver D. Fernando al General, porque se encerró en su alojamiento con órdenes de no dar paso a nadie. ¿Qué hacía?, ¿qué pensaba? Le atormentaba el cruel dilema de obedecer a su señor o volverle la espalda para siempre. Antes de ser recibido, supo Calpena que había pasado la noche en cama con alta calentura, privado a ratos de conocimiento. Al entrar el caballero en la alcoba de Maroto, tardó un instante en conocerle: tan desfigurado estaba por los sufrimientos. Además, acababa de afeitarse quitándose el bigote. Su cara parecía otra, por efecto de esta mutilación, del color cárdeno de sus ojeras, de las arrugas que surcaban su piel amarilla, del desordenado cabello. Había envejecido diez años, perdiendo su gallardía militar. Al ver a D. Fernando, le dijo: «Hola, Inquisivi... ¿Otra vez por acá?». -Sí, mi General: otra vez aquí con la esperanza de ser a usted útil, y...

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