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Vergara Capítulo XXX de Benito Pérez Galdós Sin tropiezo ni accidente alguno llegaron los cuatro asendereados hombres a Logroño, y la primera diligencia de Echaide fue dar aviso al General para saber si era su gusto recibir al embajador en la Fombera o en otra parte. La contestación fue que el caballero podía despintarse ya, soltar el disfraz, presentándose en el palacio de la plazuela de San Agustín lo más pronto posible. Toda una tarde y parte de la mañana siguiente empleó D. Fernando en la tarea de volver de aquel estado rústico al de persona fina, pues tan dura era la costra de su figurada barbarie, que para romperla y rasparla fueron menester muchas aguas y restregones muy fuertes. Por fin, restaurado el hombre, entró muy satisfecho en la casa de sus nobles amigos. Después de una corta espera en el billar, tuvo el gozo de ofrecer sus respetos a Doña Jacinta, que le encontró muy negro, quemado del sol y de los aires fríos; pero con aspecto de salud y...

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