Vergara : 29
Vergara Capítulo XXIX de Benito Pérez Galdós Profundamente dormido halló a D. Sabino en el parador, tumbado boca arriba, rígido, cruzadas las manos, el rostro ceñudo y cadavérico. Creyó por un instante que había pasado a mejor vida el infeliz; pero un suspiro y una voz gutural le convencieron de que vivía y soñaba. Un rato aguardó, por no turbar su descanso; pero al fin, obligado por la urgencia del asunto, determinose a despertarle, dándole fuertes sacudidas y voces. «No, no, Antonio Guergué -murmuraba con torpe voz el bilbaíno-. No te conozco ni te he visto en mi vida... Me estás comprometiendo... Yo no me meto en nada». Fijando los ojos en D. Fernando, le observó con asombro primero, con alegría después, viniendo por esta gradación a la realidad. Y estirando brazos y piernas en largo desperezo, dijo claramente: «¡Oh, tú!... señor... bien... Muchas gracias... Yo bueno... ¿y en casa?». Díjole el caballero que era un hecho la liberación de su...
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