Venganza Moruna: 2

none Pág. 2 de 5 Venganza Moruna Vicente Blasco Ibáñez Estaba loco. Aquel par de lobas le habían dado alguna mala bebida, tal vez polvos seguidores, que, según afirmaban las vecinas más experimentadas, ligan para siempre con una fuerza integral. La bruja, arrugada, de ojillos malignos, que no podía atravesar la plaza del pueblo sin que los muchachos la persiguieran a pedradas, se quedó sola en su casucha de las afueras, ante la cual no pasaba nadie por la noche sin hacer la señal de la cruz. Pepet sacó a Marieta de aquel antro, satisfecho de tener como suya la mujer más hermosa del distrito. ¡Qué manera de vivir! Las buenas mujeres lo recordaban con escándalo. Bien se veía que el tal casamiento era por parte del Malo. Apenas si Pepet salía de su casa; olvidaba los campos, dejaba en libertad a los jornaleros, no quería apartarse ni un momentos de su mujer, y las gentes, a través de la puerta entornada, o por las ventanas siempre abiertas, sorprendían...

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