Veinte años después: XXXVII. La víspera de la batalla

Grandes esperanzas de Charles Dickens Distrajeron a Raúl en sus tristes reflexiones las voces del posadero que penetró precipitadamente en el aposento en que acababa de pisar la escena que dejamos referida, gritando: ––¡Los españoles, los españoles! Era muy grave este grito para no desterrar todo pensamiento que no fuese el de defenderse. Tomaron los jóvenes algunos informes, y supieron que efectivamente el enemigo avanzaba por Houdain y Béthune. En tanto que daba el señor de Armenges las necesarias órdenes para que se pusieran los caballos en disposición de partir, subieron los jóvenes a los balcones más altos de la casa que dominaba a las cercanías, y vieron efectivamente asomar por la parte de Mersin y de Lens un numeroso cuerpo de infantería y caballería, era todo un ejército. No quedaba otro recurso que el de seguir las instrucciones del señor de Armenges y tocar retirada. Nuestros jóvenes bajaron y hallaron a su mentor ya a caballo. Olivain tenía del...

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