Veinte años después: LXXV El falucho Relámpago
Veinte años después: LXXV El falucho Relámpago
de Alejandro Dumas
Decía bien Artagnan; Mordaunt no tenía tiempo que perder; así lo hizo
efectivamente. Sabía cuán rápidos en decidirse y en obrar eran sus enemigos,
y resolvió proceder en consecuencia. Aquella vez habían encontrado
los mosqueteros un adversario digno de ellos.
Después de cerrar con cuidado la puerta, Mordaunt introdújose en el
subterráneo, envainó la espada, y ganando la casa inmediata, se detuvo
para examinarse y tomar aliento.
–¡Vaya! –dijo–. Nada, casi nada, arañazos tan sólo, dos en un brazo y
uno en el pecho. Mejores son las heridas que yo abro. Que pregunten al
verdugo de Béthune, a mi tío Winter y al monarca Carlos. Ahora no tengo
un segundo que perder, porque en este tiempo pueden salvarse y es necesario
que mueran los cuatro, los cuatro a la vez, aniquilados por un
rayo de los hombres a falta del de Dios... Es menester que desaparezcan
vencidos, anonadados y dispersos. Corramos...
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