Un voluntario realista : 31

Un voluntario realista : 31 de Benito Pérez Galdós La dominica, al quedarse sola, estuvo un momento sin poder pensar ni sentir nada. Le pasaba algo semejante a una congelación, digámoslo así, de sus claras facultades, o una como catalepsia moral. De repente vio un espectro que la llenó de mortal espanto. No es justo decir que lo vio, sino que lo sintió dentro de sí levantándose y saliendo majestuosamente de su corazón como de una tumba, para mostrársele por entero en su imponente grandor, pues abrazaba toda la extensión sensible: era su conciencia. Causole tanto miedo, que corrió velozmente de un lugar a otro de la estancia, huyendo de sí misma. ¿Pero cómo separarse de aquella sombra interior, proyectada por la íntima luz del alma? La sombra la seguía diciéndole: -¡Impostora!... La monja se dejó caer de rodillas y llamó en su auxilio con fuertes voces del alma... ¿a...

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