Tropiquillos: 7

TropiquillosCapítulo VII de Benito Pérez Galdós Vinieron días húmedos, y una lluvia fría y persistente azotaba los árboles, cuyas ramas se desnudaban a impulsos del viento. A pesar de esto, yo me sentía más fuerte, desaparecieron mis temores de una muerte próxima, y dejaba de inspirarme horror la estación otoñal. -Ya ves cómo no pasa nada -decíame en la mesa mi amigo, después de celebrar mi buen apetito con actos que al mismo tiempo daban testimonio del suyo-. Dos meses de campo y de tranquilidad laboriosa han disipado tus necias aprensiones, dándote salud, contento, esperanza... Todo sea por Dios. Y luego, tomando un tono más serio, no exento de cierta expresión contemplativa, añadió: «Estamos en la placentera tarde del año, ya cerca de ese crepúsculo a quien llamamos invierno. Querido Tropiquillos, celebremos el Otoño, que es la madurez de la vida y del año, la experiencia, el fruto, la cosecha cogida y apreciada, y no tomamos que esta noble estación...

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