Torquemada en la hoguera: 5

Torquemada en la hoguera : 5 de Benito Pérez Galdós Corrió hacia su casa, y contra su costumbre (pues era hombre que comúnmente prefería despernarse a gastar una peseta), tomó un coche para llegar más pronto. El corazón dio en decirle que encontraría buenas noticias, el enfermo aliviado, la cara de Rufina sonriente al abrir la puerta; y en su impaciencia loca, parecíale que el carruaje no se movía, que el caballo cojeaba y que el cochero no sacudía bastantes palos al pobre animal... «Arrea, hombre. ¡Maldito jaco! Leña con él -le gritaba-. Mira que tengo mucha prisa». Llegó, por fin; y al subir jadeante la escalera de su casa razonaba sus esperanzas de esta manera: «No salgan ahora diciendo que es por mis maldades, pues de todo hay...». ¡Qué desengaño al ver la cara de Rufina tan triste, y al oír aquel lo mismo, papá, que sonó en sus oídos como...

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