Tercer Libro de La Galatea: 22

            ¡Belisa, luz del día, gloria de la edad nuestra, si valen ya contigo ruegos de un firme amigo, tiempla el rigor airado de tu diestra, 125 y el fuego deste mío pueda en tu pecho deshacer el frío! Más sorda a mi lamento, más implacable y fiera que a la voz del cansado marinero 130 el riguroso viento qu’el mar turba y altera y amenaza a la vida el fin postrero; mármol, diamante, acero, alpestre y dura roca, 135 robusta, antigua encina, roble que nunca inclina la altiva rama al cierzo que le toca: todo es blando y suave, comparado al rigor que’n tu alma cabe. 140 Mi duro amargo hado, mi inexorable estrella, mi voluntad, que todo lo consiente, me tienen condemnado, Belisa ingrata y bella, 145 a que te sirva y ame eternamente. Y, aunque tu hermosa frente, con riguroso ceño, y tus serenos...

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