Superchería: 10

Capítulo X 10 Pág. 10 de 10 Superchería Leopoldo Alas Dos años después de haber escrito Nicolás Serrano en sus Memorias lo que va copiado, se paseaba por Recoletos una tarde de primavera. Una muchacha de quince abriles pregonaba violetas, ramitos de violetas. Algunos árboles del paseo olían a gloria. Las golondrinas, bulliciosas, jugaban al escondite de tejado a tejado, rayando con su vuelo el cielo azul, rozando con las puntas de las alas, a veces, la tierra. Las fieras del carro de la Cibeles, teñidas de la púrpura del crepúsculo esplendoroso, parecían contentas, soñando, como la diosa, al son de la cascada de la fuente. Serrano gozaba de aquellas emanaciones de la Maya inmortal, si no contento, tranquilo por lo pronto, en una tregua de la angustia metafísica, que era su enfermedad incurable. Un perro cursi, pero muy satisfecho de la existencia, canelo, insignificante, pasó por allí, al parecer lleno de ocupaciones. Iba deprisa, pero no le faltaba...

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